Gravitar en el tiempo

El arte del siglo XXI encierra una riqueza histórica inconmensurable que constituye un pesado equipaje cargado a la vez de certezas y desencantos; pareciera que el tiempo futuro se nos hubiese vuelto inalcanzable. Lo vertiginoso de la realidad se traduce en la ansiedad que produce la incapacidad de asirla. Sin duda, se trata de un tiempo para gravitar, es decir, para saltar de la gestión de la propia vida a un espacio de gravedad en el que atinemos a vislumbrar de qué se trata el diario discurrir.

En la actualidad carece de sentido plantearse la originalidad en el arte cuyos mitos han sido desmontados ad infinitum. Lo que ayer se entendía como naturaleza hoy constituye la historia de la cultura, vivimos en un mundo en el que nada nos es ajeno. La información está a un “click” de distancia. La abstracción geométrica por ejemplo, se ha despojado de la característica intrínseca de representar un mundo espiritual e intelectual por la posibilidad de versionar cualquier realidad tangible o imaginada. De hecho, los medios tecnológicos nos lanzaron, sin consulta, al metaverso.

Los tres artistas que presenta Reset Gallery en la exposición Gravitación, comparten la capacidad de articular su propuesta sobre las huellas y también los escombros, de las vanguardias históricas, tan arraigadas en nuestra historia, para trazar nuevas formas simbólicas que reinterpreten el presente. Es así como percibimos en sus trabajos, las habilidades para impugnar con humor e ironía, los postulados unívocos de la abstracción y abrirse a disertaciones acordes con la volatilidad de los tiempos actuales.

Guida, Jaen y Otaola comparten conceptualmente un denominador común que consiste en una operación de selección particular y específica del vasto repertorio referencial del arte abstracto como catalizador de nuevas lecturas. Formas, materiales y soportes reconocibles con un tratamiento emancipado, libérrimo y personal. Cada uno de ellos, se vale de una instrumentación distinta para acercarse a la conformación de un lenguaje propio en resonancia con esta época. En un sentido figurado, cada uno reposa en equilibrio, conscientes de los vínculos implícitos para, eventualmente, romper la gravedad y afectarse uno a otro, como se puede apreciar en el recorrido por la sala de exposición.

En su práctica, Salvador Guida propone alterar la constitución del objeto artístico para cuestionar la solemnidad de los componentes tradicionales de la pintura. Su estrategia se fundamenta en agrupar a su manera, elementos que ha desplazado de su fin utilitario; operación que una vez más, nos refiere a los Ready-mades de Duchamp. Pero Guida prosigue y deja de lado temporalmente, el deslumbramiento del brillo de las esferas de colores y, como en un muestrario de artefactos, va construyendo formas circulares o “tondos” convexos y planos, en los que reclasifica y resignifica al elemento decorativo. A partir de ahora, Guida no nos permitirá mirar los “tiradores” de la misma manera. Es ineludible la ironía y la tensión entre los cuadrados negro, blanco y plata como crónicas de las celebérrimas obras del constructivismo ruso.

Sería difícil clasificar las piezas realizadas en lámina de acrílico de colores. Los finos y exactos cortes con laser provocan un resultado sorprendente.
Estas obras recuerdan la técnica del assemblage que tanto fascinó a los cubistas en su tránsito del plano pictórico hacia las esculturas metálicas. Por su eminente carácter lúdico, de juguete, de provocativa golosina, podríamos especular que tienen un sabor dulce, que son obras muy azucaradas pero también que sus contornos remiten a formas orgánicas de la naturaleza y que las capas superpuestas de acrílico coloreado dan la idea de un teatrino donde se representa un paisaje de ficción.

Rafael Jaén es un diestro dibujante que ha optado por mezclar técnicas donde prevalece la pintura, para representar formas libres que dan cuenta de un minucioso trabajo de taller. Sus imágenes, más allá de apelar a los estilos de algunas vanguardias como el surrealismo, parecen carecer de un programa determinado y más bien se regodean en la libertad de aproximarse a diversos esquemas compositivos como la serialidad o experimentos pictóricos donde prevalece lo parietal, lo sígnico, aquello anterior a una forma determinada. En las pinturas oscuras que van del blanco y negro al gris, se manifiestan calladamente los cambios de tonalidades y valores para escamotear las figuras amorfas que se repiten en diferentes tamaños para crear una perspectiva dislocada. Son imágenes que captan la atención del espectador para descifrarlas de cerca.
El mural de gran formato enmarcado por una gruesa línea azul, puede interpretarse como una concentración de cuerpos que se solapan creando una imagen confusa de líneas continuas o como un ejercicio dibujístico que insiste en las alternativas de la composición sobre el plano.

Magaly Otaola trabaja la esquematización del transitar lo vivencial como punto de partida para desarrollar una gramática personal desde la expresión abstracta. Para esta exposición ha desarrollado tres grupos de obras en diferentes técnicas, ensamblaje, fotografía y gráfica, en las que prevalece el concepto del tejido. La serie de tablones configura su trabajo más difundido, parte del dibujo con hilos entrelazados sobre un plano reticulado. El tejido va describiendo vínculos, reparando fisuras y vacíos, visual y metafóricamente. Líneas que se desplazan uniendo puntos y construyendo formas en tensión; son suturas, puentes que suben, bajan o permanecen en gravitación. El conjunto de las obras aborda acertadamente cada uno de los soportes trabajados, ampliando las formas de ver y enriqueciendo desde las variaciones formales y constitutivas, la esencia de la propuesta y su recepción.

La exposición Gravitación es sin duda, una oportunidad para acercarnos a tres interpretaciones contemporáneas cargadas del aura de la modernidad pero sin embargo arriesgadas y autónomas, en las que se revelan distintas maneras de desentrañarla y transformarla.

Tahía Rivero

 

 

 

 

OBRAS

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